Por una parte está la actitud devocional, representada en la misa y el cumplimiento de promesa según las normas de la Iglesia, junto a ritos populares de rezos y cantos ante una pintura que muestra aquella cruel matanza relatada en el Nuevo Testamento; y por la otra, la conducta festiva de los enmascarados, la música, el baile, los excesos, la alegría, y la inversión de roles, más bien propios del carnaval.
De manera que aquí están sincretizados el espíritu y la devoción cristiana con el derroche carnavalesco y pagano. La explicación parece remontarse a tiempos medievales europeos cuando se festejaba la fiesta de los locos en días comprendidos entre Navidad y Año Nuevo.
Allí las parrandas enmascaradas recorrían las calles, abundaban hombres con trajes y máscaras femeninas que cantaban canciones obscenas hasta en el atrio de las iglesias. Estos festejos estuvieron tan cargados de elementos paganos que fueron muy criticados y perseguidos, especialmente por los líderes de la Iglesia, quienes, buscando extinguirla, la asimilaron al Día de los Inocentes. Sin embargo, como lo revela la fiesta de Los Zaragozas, aquellos actos paganos no desaparecieron sino que se fusionaron con los ritos religiosos y hoy constituyen una viva expresión de la idiosincrasia sanareña.
Dice el cronista de la ciudad José Anselmo Castillo que: "Allí ante el altar; quienes aún portaban máscaras se la quitan, se canta La Salve mientras que el humo del incienso envuelve el espacio ocupado por el cuadro simbólico de Los Santos Inocentes. Al terminar esto, ocurre algo curioso, y es que para poner punto final a todo, por primera vez los disfrazados que ya no portan la careta sacan a las mujeres a bailar. A las mujeres les está prohibido disfrazarse.
En el recorrido van todos tras la imagen de los Santos Inocentes, seguidos por los músicos y más atrás todos los trajeados de zaragozas que se mueven libremente, mientras marcan con el paso el acento básico de la música propia de la fiesta. Una vez concluida la misa los enmascarados se congregan en el exterior frente a la entrada del templo cristiano y allí bailan cargando a aquellos niños a quienes, según la fe creyente, los Santos Inocentes les han restablecido de salud, por lo que sus madres pagan promesa. Miles de visitantes de pueblos vecinos y turistas se congregan ese día en Sanare para compartir esa fiesta popular. Posteriormente toda la comitiva recorre las calles del pueblo cantando y bailando libremente hasta casi finalizada la tarde cuando exhaustos, se retiran a sus hogares mientras los músicos y algunos disfrazados regresan al altar de la Capitana María González, de donde partieron, para formular las últimas oraciones en compañía de algunos creyentes y así realizar EL ENCIERRO.
¡Atención, locos y locainas!
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